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Sanar es encontrar la integridad perdida
Una señora a quien veo por primera vez me escucha mientras explico qué es reiki durante el intermedio de una tertulia. Al cabo de un rato se anima y me pregunta qué puede hacer éste por un diabético.
¿Usted es diabética?
Sí
Y, ¿si en lugar de decir que usted es diabética, nos olvidamos del diagnóstico y decimos que su cuerpo está teniendo problemas para controlar el azúcar? en silencio ella parece buscar una respuesta. Agrego:
Cuando usamos el verbo ser, establecemos algo como definitivo. Esta es mi nariz, estos son mis ojos, soy nacida en Colombia. Mirémoslo desde otro punto de vista, ¿qué pasa con el azúcar en su cuerpo?, y le insisto en que no me transmita la explicación recibida del médico sino su propia percepción del problema.
Se me sube como a 200 y me toca tomar medicinas.
Y, ¿si yo le cuento de gente que ha regulado el nivel de azúcar comiendo de manera diferente y haciendo ejercicio?
¿Qué hicieron? pregunta interesada
Cambiaron su alimentación, dejaron de comer cosas que contienen azúcar y harinas refinadas. El cuerpo no entiende lo refinado, no sabe cómo procesarlo. Es como intentar conectar la plancha en el enchufe del teléfono. O como ponerle a un computador IBM información diseñada para McIntosh. Se vuelve loco, no sabe qué hacer, produce errores, se bloquea. Esas personas también caminan a diario, así la insulina que el páncreas produce se vuelve más eficiente, el azúcar baja y los síntomas desaparecen.
Me mira esperanzada y agrega:
¡Ay! ¡Si pudiera mejorarme para comer esos postres y confites que me gustan tanto!
Es necesario enfrentar la necesidad de sanar
Esta señora no ha enfrentado su necesidad de sanar. Se conformará conque las cifras de azúcar aparezcan normales en sus exámenes de sangre. Esa es su meta, nadie la ha confrontado con otras posibilidades. La medicina que practicamos contribuye a esta entelequia. No hay cambio, no hay crecimiento. Ella no trabajará para que su vida sea mejor ni más saludable. Por ahora, le interesa poder comer dulces, sin saber que es a costa de su propia vida. Es la primacía del principio del placer que, como decía Sigmund Freud, es destructivo. En estos casos, el reiki poco puede hacer.
Ya que el practicante de reiki se convierte en sanador, estimo necesario que sea persuadido sobre una nueva concepción de lo que es la sanación. Esta expresión se usa como sinónimo de curación, pero los dos términos tienen implicaciones diferentes.
Sanar no es lo mismo que curar
La medicina concentra la mayoría de sus esfuerzos e investigaciones en tratamientos paliativos y curativos. Curar significa remover el síntoma. Curar se refiere a la dimensión física de nuestra existencia. Un tratamiento curativo es aquel que logra la desaparición visible de los síntomas y de la enfermedad, y un tratamiento paliativo es aquel que se aplica cuando, no pudiendo lograr la curación, buscamos atenuar los síntomas. Para la señora arriba mencionada, curar o paliar sería el regreso del nivel de azúcar en la sangre a cifras normales de laboratorio, lo cual prevendrá hasta cierto punto consecuencias dañinas. Esta aparente mejoría se mantendrá mientras tome medicamentos y pague puntual la visita a su médico.
Si sufrimos una neumonía, el tratamiento médico se concentra, por lo general, en el pulmón, que es el órgano afectado, y en el germen que causó la enfermedad. Se utilizan antibióticos para combatir la infección y también se toman medidas para asistir la respiración, si se ha hecho difícil. Se administran líquidos intravenosos para prevenir la acidez que puede sobrevenir como consecuencia de la dificultad respiratoria y para reponer los líquidos perdidos por la fiebre, y, tal vez, se usen medicamentos para bajarla. Al parecer, se están cubriendo todos los frentes. La medicina alopática se dedica a curar y la cura está centrada en combatir la enfermedad y los síntomas. Pero, ¿por qué se presentó la neumonía?, ¿por qué ahora?, ¿cómo está funcionando nuestro sistema inmune?
Cuando en vez de una neumonía se trata de una enfermedad de las que hemos clasificado como mentales, algo similar ocurre. Dependiendo de su gravedad y de qué tanto comprometa nuestra capacidad para funcionar, acudimos al psicoterapeuta para una cura de palabras o al psiquiatra para que intervenga nuestra bioquímica. La primera opción, psicoterapia, tiene más posibilidades de conducirnos a un proceso de ampliación de la conciencia y a un crecimiento de nuestro espíritu.
En contraste, la sanación, no se limita a un proceso físico. Es un concepto más cercano a las ideas de la iluminación y la superación espiritual, que predominan en el mundo oriental y ya se expanden en Occidente.
Sanar es nuestra búsqueda de la integridad perdida, el desarrollo y ampliación de la consciencia que nos permite reconocernos como criaturas del universo y nos ayuda a asumir la responsabilidad sobre nuestro cuerpo, nuestros actos, nuestro entorno, nuestra relación con los otros, con nosotros mismos y con el mundo. El acto de sanación puede iniciarse a partir de un proceso físico. La enfermedad nos sirve, entonces, como una guía a partir de la cual comenzamos nuestro proceso de aprendizaje.
La sanación va más allá de la desaparición o atenuación de un síntoma. Primero, implica tiempo y nuestro concurso activo y consciente. Nadie puede vivir nuestros procesos, no pueden prescribirse desde afuera. Somos responsables de ellos.
Segundo, es un proceso de aprendizaje. Y aprender no es la adquisición de información o la memorización de datos, tan importantes en el logro de cualquier saber. Aprender es asumir una nueva respuesta frente a una situación dada. Un proceso de aprendizaje implica hacer un inventario de nuestras respuestas o patrones, y deshacernos de aquellos que no son óptimos desde el punto de vista funcional.
Esencial conocerse a uno mismo
Para lograr metas hace falta conocerse a sí mismo, tener la voluntad de descartar respuestas que ya no sirven, explorar posibilidades y ejercer la libertad mediante la elección de opciones sanas. Sanación es un proceso de transformación que comprende todos los niveles de nuestra existencia.
Son múltiples los caminos que convergen hacia la sanación. Nosotros elegiremos el que más nos atraiga, el que facilite mejor nuestro arribar a la meta. En el camino nos apoyamos en nuestras propias fortalezas (voluntad, disciplina, estudio), en nuestros maestros, temporales o no, en agentes externos (cristales, esencias, colores, feng shui, prácticas de sanación como el reiki y la psicoterapia), en ambientes sanadores.
La necesidad de vivir procesos de sanación deriva de que hemos escindido nuestros niveles de existencia: hemos separado mente y cuerpo, arte y ciencia, intelecto e inteligencia, sentimiento y sexualidad. Nos hemos desconectado del entorno. Este divorcio encuentra expresión en la superespecialización de las distintas ramas del saber, que a su vez ahonda dicho divorcio. Vivimos en un mundo en que vemos con todo detalle cada árbol, pero no el bosque. Sanación se refiere a la necesidad de reunificar lo que ha sido separado, la meta es alcanzar la totalidad, entender quiénes somos en todas las dimensiones como seres individuales y colectivos. Esto implica elevar nuestra conciencia, dejar de negar partes de nosotros mismos que rechazamos o encontramos difíciles de aceptar.
Suelo bromear diciendo que antes de conocer el reiki era una mejor persona. Después de ser iniciada al segundo nivel, subieron a la superficie aspectos de mi personalidad que se agazapaban en la sombra, donde no podía ser consciente de ellos. Me puse en contacto con sentimientos que nunca hubiera sospechado albergar. La turbulencia fue enorme y perturbadora, y mi autoestima se alteró en forma notable. Al cabo de un tiempo, me tocó reconocer la verdad más elemental de todas, sólo soy humana. Ya no ando en busca de la perfección sino de la excelencia. Ahora tengo que atajarme para no ser demasiado suspicaz con mis motivos, darme una tregua cuando me autoflagelo al reconocer mis debilidades y errores, y tenerme compasión cuando me hago consciente de mis inmensas limitaciones. Incrementar la conciencia no debe conducirnos a albergar sentimientos de culpa sino a aceptar la responsabilidad por nuestros actos y omisiones.
En el caso de la señora diabética, ella puede decidirse a agregar sentido a su vida si es más consciente de su cuerpo, de las consecuencias de no cuidarlo y de las ventajas de estar sana y llena de energía para disfrutar a plenitud la vida. Un disfrute que no está basado en los dos minutos de placer al paladar que se otorga comiendo un dulce.
¿Cuál es la relación de esta mujer con su cuerpo? ¿Por qué quiere sacrificarlo por unos cuantos dulces? Ella podría sanarse a sí misma. Sanadores somos todos, unos en potencia, otros ya desarrollados.
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